miércoles, 15 de febrero de 2017

IMPACTO DE LA DOMESTICACION DE PLANTAS Y ANIMALES

IMPACTO DE LA DOMESTICACION DE PLANTAS Y ANIMALES
Domesticación es el proceso por el cual una población de una determinada especie animal o vegetal pierde, adquiere o desarrolla ciertos caracteres morfológicos, fisiológicos o de comportamiento, los cuales son heredables y, además, son el resultado de una interacción prolongada y de una selección artificial por parte del ser humano o una selección natural adaptativa a la convivencia con el ser humano.1 Habitualmente la finalidad de la domesticación es obtener determinados beneficios de la especie domesticada aunque en ocasiones se trata de un proceso espontáneo resultante de un beneficio mutuo.
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Finalizada la Era Glacial los bosques se expandieron de manera progresiva sobre las grandes estepas, provocando la emigración y/o la extinción de algunas especies de animales. En muchos casos se trató de especies que constituían parte esencial de la dieta alimenticia del hombre. Los grupos humanos, hasta entonces cazadores-recolectores, debieron adaptarse a esta transformación para mantener su subsistencia. Los hombres se diseminaron en grupos reducidos que comenzaron a hacerse semisedentarios, utilizando asentamientos estacionarios. Ciertas teorías señalan que en su continuo ir y venir, los cazadores que arrojaban las semillas de los frutos consumidos pudieron ver que, en condiciones apropiadas, estas generaban nuevas plantas. El resultado de esta transformación es el comienzo del Neolítico.2 Hubo un periodo donde se domesticaron animales y plantas y duró 15 siglos. El término neolítico, acuñado por el naturalista británico John Lubbock en 1865, deriva del griego, neo 'nuevo' y lithos 'piedra', y hace referencia a la capacidad humana de pulimentar la piedra, en contraste con la talla de la misma, propia del Paleolítico. La aplicación de esta nueva actividad interactuó con una serie de características que provocarían un cambio radical en las formas de cultura humana; una de ellas representa un fenómeno que ha impulsado a numerosos especialistas a considerar una "Revolución neolítica": la domesticación de plantas y animales.
El acontecimiento, sin embargo, se extendió de manera gradual. El origen de la agricultura, que implica la domesticación de plantas y animales, se encuentra representado fundamentalmente por una tendencia al sedentarismo y fue la necesidad de los grupos humanos cazadores-recolectores la que impulsó el cambio. La prueba radica en que la agricultura como tal es una actividad que demanda mayor dedicación y horas de trabajo que la caza y menor previsión en razón de los avatares agrícolas.
De esta manera, la naturaleza pasó de ser un hábitat a un conjunto de recursos económicos que debían ser gestionados por el hombre. Aunque el cambio se materializó en diversas partes del mundo, estudios arqueológicos han determinado la aparición, hace aproximadamente diez mil años, de los primeros asentamientos permanentes en Cercano Oriente, en el área conocida como el "Creciente Fértil", desde Canaán (Jericó), pasando por el sur de Turquía (Çatal Hüyük), hasta Mesopotamia y el Golfo Pérsico. Los periodos que completa la prehistoria, son la Edad de Piedra y La Edad de los Metales En cuanto a la ganadería, en principio se habría limitado a un control de los recursos animales, protegiendo la fauna de otros depredadores y cazando selectivamente. Pero sólo se puede hablar de ganadería cuando se comienza a criar al animal: controlando su reproducción y cuidándoles durante el invierno.



LAS CONSTRUCCIONES MEGALITICAS

LAS CONSTRUCCIONES MEGALITICAS
El término megalitismo procede de las palabras griegas mega (μεγας), ‘grande’ y lithos (λιθος), ‘piedra’. Aunque en sentido literal podemos encontrar construcciones megalíticas en todo el mundo, desde Japón a los gigantes de la Isla de Pascua, en sentido estricto muchos autores únicamente denominan megalitismo al fenómeno cultural cuyo foco se localiza en el Mediterráneo occidental y la Europa atlántica, que se inicia a partir de finales del Neolítico y dura hasta la Edad del Bronce y que está caracterizado por la realización de diversas construcciones arquitectónicas hechas con grandes bloques de piedra escasamente desbastados y denominados megalitos. Así, según estos investigadores, cuando hablamos de megalitismo no deberíamos incluir las construcciones ciclópeas correspondientes a otras dinámicas culturales como las del Bronce egeo, las baleáricas o las sardas, ni mucho menos las de Egipto o Polinesia.1
Stonehenge (en Wiltshire, Gran Bretaña) es una de las estructuras megalíticas mejor conocidas del mundo.
Grandes monumentos megalíticos se hallan diseminados por buena parte de Europa occidental, pero los focos más importantes se encuentran en: Bretaña, sur de Gran Bretaña, Irlanda, y sur de la península ibérica.
Este fenómeno se identifica esencialmente con la construcción de tumbas monumentales del tipo dolmen (en bretón mesa de piedra), en cuyo interior se fueron enterrando sucesivamente a los fallecidos de un grupo humano, apartándose cuidadosamente los huesos de los anteriores difuntos (enterramientos colectivos). Los dólmenes pueden ser simples o de corredor, en galería, o cistas, y la mayoría estuvieron inicialmente cubiertos por un túmulo de tierra o piedras, que actualmente suele haber desaparecido en su mayor parte. Además de los dólmenes, dentro del contexto megalítico podemos encontrar otra tipología constructiva no funeraria denominada menhir, monolito hincado en el suelo que puede aparecer aislado o formando alineaciones (en Carnac) o círculos (henges, como en Stonehenge). También abundan los crómlech, círculos de piedras más o menos grandes que rodeaban el túmulo de un dolmen, los tholoi, los falsos dólmenes y las cuevas artificiales.